Un para caí dista dos para caí distas tres para caí distas, dos paracaídas. Las aves no vuelan a esta altura… no es un chiste. Suéltame! Suéltame! Auxilio! (todos lloriqueaban) Y los dos se cayeron del hidroavión y otro los siguió de puro curioso.
La chica oriental llamada Eveling, sacude su pelo esperando que alguien le saque una foto.
-Buen día estrella de mar, afuera el viento acababa de llevarse un camión para estamparlo ocho cuadras después. Cuando está endemoniado termina más rápido. Tengo problemas con mi identidad secreta, se la diré, no, Sobre mi cadáver. El hombre se ríe de la muerte con la boca abierta, por que sabe que si la cierra se pone oscuro, entonces
Mejor no digo nada
Por que a todos nos da miedo
No ver nada
Si. Pero hablemos de otra cosa, por que eso me da mucho miedo. Por que no se como es que se animan a cerrar los ojos.
-No me estarás diciendo mierdoso a mí?: si, se que soy un mierdoso pero está más allá de mis posibilidades evitar serlo.
-No, como se te ocurre pensar algo así.
-Yo pienso cualquier cosa, es parte de mis beneficios por ser habitante de este Plateta.
-Se dice Planeta.
-Yo digo como quiero las veces que quiero.
Así conseguimos en un rato, Candidato para casar a La más chicas de las trillizas, que por feota se estaba quedando afuera del concurso del Ramo de flores secas por el aire.
Alguien le mordió el tobillo mientras se desplazaba por encima de las demás mujerzuelas a fin de capturar mencionado objeto botánico. Lo del tobillo sanó rápido. Lo del marido duró algunos otros años más y para entonces había preferido cambiarse el nombre por Phrancisca y peinarse el jopo con un rulero para que todos le brindasen un fuerte aplauso.
Phrancisca Hemmilton permanecía acostada con la panza fría en el piso frío cuando el hombre entró por la puerta y caminó sobre su espalda intentando silbar inútilmente. Cuando El se sentó por fin en la silla, Ella aprovecho para levantarse del suelo y sacudirse las rodillas. Mirándose a las caras se prometieron que su hijo debía pasar la mayor cantidad de hambre posible sólo para consentir los fabulosos encantos de la vida
antes que tenga el tamaño suficiente como para salir de la caja de cartón donde había decidido guardarlo.
Pero el padre del chico no fue el que creía que lo era, si no el hermano del que no creía que lo fuera. Pero el silencio y las evidencias debajo de la cama se le fueron creciendo en forma de espinas que nacían desde la punta de las uñas hacia delante. Cada vez que alguien rascaba al otro, alguien dejaba correr algunas gotas de sangre.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario